El Dr. Alfonso Vallejo llegó desde Madrid hace apenas unos meses para incorporarse como R1 en el Servicio de Oncología de Vall d’Hebron.
Después de cursar sus 6 años de medicina en la Universidad Autónoma de Madrid con un año de Erasmus en la Universidad Técnica de Munich, cuéntanos un poco como has llegado hasta aquí. ¿Qué te movió a estudiar medicina y escoger la especialidad de oncología médica?
Ya desde primero de carrera el cáncer era lo que más me interesaba de la medicina, todo sobre el cáncer: su epidemiología, su etiopatogenia y fisiopatología, su anatomía patológica, su tratamiento en general, pero sobre todo su tratamiento sistémico, con todas las opciones con las que contamos a día de hoy: quimioterapia, hormonoterapia, terapia dirigida con anticuerpos o con moléculas pequeñas, terapia con enzimas, inmunoterapia, viroterapia y terapia con radionúclidos.
La enfermedad es altamente compleja y se conoce cada vez mejor desde el punto de vista de la biología celular y molecular, de sus vías de señalización, de su genética y epigenética, pasando por la inmunología y la biología del microambiente tumoral. Es una enfermedad absolutamente intrigante y fascinante desde una perspectiva biológica y clínica. Es una enfermedad de una capital importancia desde el punto de vista epidemiológico y sociosanitario, pero ciertamente sigue siendo una enfermedad terrible desde el lado del paciente y sus familiares y amigos por todo el sufrimiento físico y psíquico que puede llegar a causarles. Por algo fue bautizado por un cirujano decimonónico en la portada de un libro como «el emperador de todos los males, el rey de los terrores».
A pesar de este temprano interés por la oncología, no fue hasta tercero de carrera cuando hice como rotación optativa de verano mis primeras prácticas en Oncología Médica en el Hospital Puerta de Hierro. Tan pronto como las empecé ya tuve del todo claro que quería ser Oncólogo Médico: me convenció la parte asistencial de la especialidad, su parte humana, social y emocional, y por último la parte más básica y molecular, experimental e investigacional.
La Oncología Médica es para mí una especialidad absolutamente apasionante por toda la investigación que genera, tanto básica, como traslacional y clínica, por toda su farmacología y la complejidad de su tratamiento sistémico, por toda la biología molecular, por todos sus avances, pero también por toda la medicina interna y toda la clínica, así como por su lado más humano, emocional y social con toda su psicología. Es especialmente excitante y particular de la Oncología de los últimos años lo fructífera que es la investigación, me atrevería a decir que es fructífera como en ningún otro campo dentro de la medicina. La investigación en cáncer obtiene hoy en día con frecuencia y con rapidez resultados clínicos, y lleva a la aprobación y a la práctica clínica nuevos fármacos y nuevos abordajes que en caso de no lograr prolongar la supervivencia global de los pacientes, que sin lugar a dudas es el objetivo último, aunque no siempre alcanzable, consiguen beneficios en supervivencia libre de enfermedad o en calidad de vida, y esto último también es reconfortante y muy relevante.
A mí entender, es una especialidad con un futuro verdaderamente brillante por delante, con abordajes absolutamente prometedores y fascinantes como son la inmunoterapia y la viroterapia, más allá de la terapia dirigida con anticuerpos y pequeñas moléculas que actualmente cuenta con mayor experiencia, y quizás incluso la terapia antisentido, aunque esta última modalidad no cuente por el momento con ningún compuesto aprobado. Además se están desarrollando nuevas formulaciones y modificaciones de quimioterapia convencional, e incluso han aparecido algunos quimioterápicos completamente nuevos. Es ciertamente impresionante para mí ver cómo ha cambiado la Oncología Médica en tan pocos años, cómo ha avanzado por un lado el conocimiento de la enfermedad y por otro lado sus posibilidades terapéuticas.
Por desgracia, la Oncología también es dura y está llena de momentos difíciles para el paciente, la familia y el médico, pero nos enseña y nos recuerda que, cuando desafortunadamente ya no es posible curar a un paciente, aún queda mucho, muchísimo, que hacer por esa persona, que consolarla y aliviar su sufrimiento tanto físico como psíquico es posible y es esencial, y que esto cambia el final de la vida de estas personas y de sus familias de forma crucial. Considero un privilegio poder ayudar y mejorar en la medida de lo posible la vida de aquellas personas con la mala fortuna de sufrir esta enfermedad. Es además un privilegio aprender y contagiarse del espíritu de superación, del optimismo, de las ganas y de las fuerzas de muchas de estas personas. Y es además tan gratificante salvar la vida de pacientes en situaciones, en las que en muchas ocasiones hasta hace bien poco había tan poco que ofrecer.
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