Informar no es comunicar
Claves para ganar empatía
Junto con los conocimientos teóricos y prácticos propios de cada especialidad, dominar el arte de la comunicación es un componente fundamental de la competencia médica. Y más en el terreno de la oncología donde existe tanta aprensión y miedo ante el diagnóstico de un cáncer.
Inherente a la práctica médica está la cualidad de ser un buen comunicador y es necesario aprovechar los cinco años de residencia para mejorar las habilidades comunicativas esenciales en el trato diario con los pacientes. Porque informar no es lo mismo que comunicar. Informar se centra en la transmisión del mensaje en sentido unidireccional, mientras que comunicar es un proceso más rico y complejo que involucra al receptor de forma activa.
Además de los conocimientos teóricos y farmacológicos, de la rotación por diferentes servicios y de la participación en ensayos clínicos, todo residente debe trabajar la parte humana para entender a su paciente, generar confianza y ganar empatía. Una cualidad que no consiste en ‘querer’ al otro, sino en ponerse en su lugar para entender lo que siente. Afortunadamente, las capacidades comunicativas se aprenden y mejoran con el tiempo.
Las bases de un buen comunicador
Ponerse en el lugar del paciente, escucharlo de forma activa y entender lo que siente forma parte de la relación de confianza que se genera durante el tratamiento. Porque la personalización de los procedimientos no sólo es a nivel farmacológico o quirúrgico, sino que implica que el paciente se sienta acompañado por el médico como profesional y como persona. Encontrar este equilibrio no es sencillo y depende de muchos factores como el perfil del paciente, el momento de la enfermedad y el estado de ánimo del especialista. Todo residente debe entender que además del conocimiento científico, la empatía con el paciente es uno de los grandes logros en la consulta diaria.
Recomendaciones para una comunicación empática
- La forma importa. La relación médico-paciente se tiene que dar en un lugar tranquilo, con privacidad y sin prisas. Es fundamental ser educado, respetuoso y amable. Acciones tan sencillas como sonreír, llamar por su nombre o saludar al paciente hacen que se sienta respetado como persona y no un número más.
- Explica el diagnóstico de forma clara y sencilla. Evita el uso de la jerga médica incomprensible para la mayoría de los pacientes y utiliza un lenguaje sencillo. Describe el tratamiento y los efectos secundarios con claridad y utiliza material adicional (como dibujos o radiografías) que ayude a entender la información. Evita agobiar con un exceso de datos a pacientes que aún no han tenido tiempo de asumir su enfermedad.
- Dedica tiempo a conocer al paciente. Es aconsejable repetir la misma información en sucesivas consultas y respetar el ritmo del paciente para asimilarla. También debes respetar su derecho a no querer saber si así lo expresa.
- Asegúrate de que ha entendido la información. El médico se debe asegurar de que el paciente ha comprendido el mensaje. Para ello es importante cuidar la dicción y manejar un discurso fluido con ritmo. Si las ideas a transmitir son complejas, como es habitual en enfermedades oncológicas, se recomienda hablar más despacio para facilitar la comprensión.
- Cuida los gestos. La gesticulación acompaña a la palabra, la complementa y la enriquece con matices. Pero nos puede jugar malas pasadas si contradice lo que decimos. Los gestos deben ser naturales, sobrios, sencillos y expresivos.
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