Hoy en el blog queremos hablar sobre la experiencia que supone hacer la residencia de Oncología Médica en Vall d’Hebron y que mejor manera de hacerlo que poder conocer el testimonio de uno de nuestros ex-residentes.
La Dra. Esther Zamora ha querido compartir su trayectoria como médico residente en Vall d’Hebron entre 2009 y 2014. Aquí nos deja su experiencia:
Es difícil poder resumir toda la residencia en pocas palabras ya que son muchas las anécdotas diarias que has disfrutado y padecido en estos cinco años. Recordándolos revives las ilusiones iniciales y te das cuenta del crecimiento personal y profesional que has logrado, a veces de forma totalmente inconsciente, y que te ha modelado como la persona y especialista que actualmente eres.
Del primer año de residencia, me quedo con la imagen del inicio de la experiencia profesional como médico. Lleno de ilusiones y proyectos, con la idea y ganas de cambiar el mundo y la sociedad. Conoces a muchos amigos, formas parte de varios equipos médicos mientras vas rotando por diferentes servicios del hospital y ¡vives las primeras guardias! Todo es nuevo e interesante, la asimilación de conceptos y habilidades es muy rápida y a la vez estás muy protegido.
El segundo año para mí fue el más duro. La mayor parte de este año eres el responsable de los pacientes oncológicos ingresados y empiezas a hacer guardias de tu especialidad, dejando la comodidad y el resguardo de tu equipo de guardias liderado por medicina interna. Son momentos duros, en los que intentas adaptarte de la forma más rápida para sobrevivir sufriendo lo menos posible. Los horarios de trabajo son extensos, los pacientes se pueden complicar con facilidad y suele ser difícil poder estabilizarlos y conseguir que evolucionen de forma favorable. La carga emocional es enorme y tienes que crear tus mecanismos de defensa, distancia y de desconexión en el tiempo libre restante. Mi consejo para este año es tener buena contención (la ayuda y comprensión de tu pareja, familia y amigos) para intentar sobrellevarlo de la mejor manera.
El tercer año ya dominas muchos aspectos de tu día a día laboral en planta y las guardias, lo que disminuye la sensación de miedo e inseguridad. Además empiezas la actividad en consultas externas descubriendo un mundo oncológico totalmente diferente al que habías conocido hasta el momento. Tienes muchas cosas que aprender de todas las patologías por las que vas rotando y te da la sensación de que cuando ya empiezas a entender cómo funcionan las cosas, cambias a otra unidad y vuelta a empezar. Lo más importante de este año es intentar aprender al máximo, no sólo la materia a través de artículos, libros o revisiones, sino también a través de la forma de tratar de cada médico, captando sus habilidades para el seguimiento de los pacientes, cómo dar malas noticias o explicar los tratamientos.
El cuarto año ya puedes empezar a «lucirte» en consultas. Te reencuentras con pacientes que se acuerdan de ti, empiezas a decidir las siguientes opciones terapéuticas en los momentos de progresión con la supervisión de los adjuntos, te sientes más autónomo… En resumen, te estás haciendo mayor.
Y si tienes la posibilidad de hacer el quinto año, completas tu formación disfrutando del trabajo. Yo pude hacer este año en la patología que más me gusta y me sirvió para integrarme al equipo de trabajo y empezar a tomar decisiones propias en los momentos complicados y vivir la evolución y consecuencias. Ya eres mayor pero continuas teniendo la sensación que hay miles de cosas que tienes que aprender y mejorar, y esa sensación continuará siempre contigo…
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