La escucha activa es clave en un buen oncólogo para entender a su paciente, saber qué quiere y necesita y ajustar nuestro trato a sus expectativas.
Tal y como comentamos la semana pasada en nuestro post, la escucha activa es una habilidad que debería tener todo buen oncólogo para generar empatía con su paciente y establecer una relación de confianza que maximice la adhesión al tratamiento y evite que problemas de desconfianza afecten a la efectividad del mismo.
¿Qué es la escucha activa?
Hay muchas maneras de definirla pero, al fin y al cabo, estamos hablando de escuchar al paciente, entendiendo lo que nos está diciendo verbalmente pero también sus sentimientos, emociones e ideas, incluso las que no nos cuenta.
La clave es escuchar lo que dice, entender su comunicación no verbal, su tono e incluso el contexto y el entorno personal de la persona para poner todo lo que nos explica en un marco de referencia que nos ayude a comprenderlo.
¿Qué podemos hacer para escuchar activamente?
- Practicar. Primero de todo, practicar. La escucha activa es una habilidad y puede adquirirse con práctica.
- Poner atención a lo que dice: escucharle de verdad y dar respuesta a aquello que dice, no solamente lo que nos interesa a nosotros. Escuchar las palabras pero también las emociones que hay detrás.
- Escuchar con los cinco sentidos: la comunicación no verbal casi siempre nos da mucha más información que la verbal. Su postura, su tono de voz, su mirada, sus movimientos, etc., todo es importante.
- Manifestar interés y atención: debemos dar feedback continuamente, repitiendo sus palabras, asegurando que hemos entendido el mensaje, indicando que estamos escuchando y que estamos interesados.
- Pide más información: importante para ti pero también para él, porque demuestras interés. Las preguntas abiertas pueden ser útiles.
- Mostrar comprensión y apoyo: no queremos dar grandes consejos de expertos ni despreciar lo que la persona siente. Debemos acompañarle en sus preocupaciones y darle nuestro apoyo. No juzgues ni saques conclusiones precipitadas.
- Deja hablar: déjales hablar e interrúmpeles sólo cuando sea necesario.
- Evitar hablar de ti: en ese momento, el más importante es la persona que tienes frente a ti. Dedícate a ella.
- No intentar racionalizarlo todo: no intentes racionalizar los sentimientos de otro, precisamente porque son sentimientos y en muchos casos no pueden ser racionalizados.
- Usa tu propio lenguaje corporal: te puede ayudar a mostrarte abierto y próximo. Mírale a los ojos, dirígete corporalmente hacia la persona que tienes delante, utiliza los silencios.
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