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Mis primeros meses como residente de oncología (I)

Jul 30, 2013 | residencia médica | 0 Comentarios

imagesSuena a cliché aquello de que “todo comienzo es duro”, sin embargo, como los primeros días de un amor recién estrenado, todo inicio también se viste de ese velo de ilusión y descubrimiento.

En estos cortos primeros meses de residencia, han habido días colmados de aquella sensación de haber caído en “Wonderland”, y no porque el nuevo entorno se asemeje a un mundo de fantasía, sino por la nueva rutina de andar dando tumbos tras un tic tac inaudible (o mejor dicho, tras el residente mayor al que te han asignado) entre un laberinto de pasillos del que – increíblemente – ya formo parte.

Mi nueva “casa” tiene una jerga propia; es un tipo de aranés médico – o más bien “valldebronista” – que aunque suene a español, es más complejo y lleva más tiempo comprender que el catalán antiguo… Dicen que con el tiempo los recién llegados también nos hacemos con ella. Con la jerga viene el epíteto de guardia respectivo cuyo origen se pierde poco después de la gestión del Dr. Pedro i Pons y cuyo sentido de pertenencia (aún desconociendo su significado) llega a trascender a aquel de la especialidad de origen en algunos – y no poco frecuentes – casos .

Sin embargo, si hay algo universal y entendible desde el día 1 es la lengua oficial de la mayoría de los residentes: la pasión por el trabajo. En este crisol de procedencias geográficas y backgrounds, ante el vértigo continuo de un cambio administrativo a la vuelta de la esquina, el denominador común es la voluntad de dar lo mejor de sí y aprender y comprender y ejercer la mejor Medicina posible. Si la Sanidad tiene una arterioesclerosis universal, me satisface pensar que la bomba permanece intacta. Ojalá no nos veamos en la obligación de trasplantarla…

Este idilio promete. Ante mí la posibilidad de ofrecer las mejores herramientas terapéuticas disponibles, la oportunidad de formarme bajo la sombra de tantos vanguardistas y de integrarme en el engranaje de una monstruosa maquinaria de excelencia.

Reafirmo mi elección y comprendo que no será una senda exenta de dificultades, pero ¿valdría la pena si lo fuera?

Fabiola Amair Pinedo, R1/2013

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